thecatintherye: (Estúpida)
Lena ([personal profile] thecatintherye) wrote in [community profile] thevelvetsoul2010-02-15 02:00 am

(no subject)

Título: Servabo te
Fandom: Loveless
Personajes/Pairing: Kouya x Yamato, Nagisa.
Rating: T.
Advertencia: Claymore U.a.
Comunidad: 02. Lluvia.[community profile] 30vicios .
Fragmento:Las enviaron a practicar esgrima, les dieron armaduras y un cuarto de suelo seco, con una hoguera que ardía y candelabros dorados.

 
Servabo te

Si está aquí, sobre mi pecho, puede que esté sobre el tuyo, le dijo una vez, asomándose a la cama en la que se sentían agonizar, ya no del dolor del hambre, sino porque un buitre se posaba sobre ellas y las comía lentamente. Sí, a eso se parece, se dijo Kouya. Y quiso contestar “no me toques” pero la otra (que ya no era figura-a-penas y despegada de la oscuridad, sino cerca de ella, pegada a ella, con una nariz pequeñísima que recordaba a la de un gato y largos cabellos que olían a caramelo) ya removía su ropa, posando los dedos temblorosos sobre partes de su cuerpo que parecían tener vida propia y le avergonzaban. La otra sonrió. Sí, aquí está. Es roja pero se pondrá negra. A mí me salió también. Tomó la mano de Kouya y se la llevó al pecho. Kouya tembló al sentir su piel tan cerca. De repente le pareció que no podía respirar. Y el dolor se detuvo.

Tres días más tarde. Los sirvientes sordo-mudos levantaban los cuerpos de las que no sobrevivieron. Kouya a penas les miró. No veía bien, dicho sea de paso. Una bruma se levantaba a dos metros más allá de sí misma. Pero el dolor había parado y flotaba en una especie de anestésico. Yo también lo siento, dijo Yamato (así se llamaba la otra, que antes tenía el pelo-caramelo y ahora estaba blanco, fantasmal. Tanto que no era difícil notarlo. El tuyo parece un prado de trigo, sonrió ella al tomarle un mechón y mostrarle cuando se lo señaló de repente, como broma y reproche) o mejor dicho, dejé de sentirlo. ¿Ves que es el destino que estemos juntas? Desde aquello de las marcas en sus pechos, duerme en el mismo camastro y se niega a regresar a su lugar. A veces, sus respiraciones se confunden. Otras, Kouya cree que cuando ella exhala, Yamato inhala y que en parte es a propósito, que lo hace para robarse un poco de su aliento.

Una semana. Yamato insiste en que no siente nada, pero Kouya ve el sudor dibujándose contra las sábanas de su lado, contagiándole. Huele mal, ahora que su olfato es de alguna manera más fino, pero se obliga a permanecer. Entre pesadillas, Yamato sigue con sus promesas de eternidad absurda y Kouya se descubre tomándole las manos, dándole de comer a esos sueños burdos, con lágrimas en los ojos.

Llega uno de los encapuchados que las vigilaron de lejos cuando entraban en el castillo, como dueños de un ganado que no saben si rendirá como mínimo su precio. Al descubrirse el rostro, caen largos cabellos rizados y cenicientos. Su piel no hace pensar en grandes esfuerzos físicos, sino en que cada día la lavan con leche y Kouya siente que se le cierra la garganta, revolviéndose su estómago al oler su pesado perfume floral. Yamato se sienta en la cama, enfrentando a la recién llegada, que dice llamarse “Maestra Nagisa”. La cuidadora de ellas. Les explica con ademanes y sin ahorrarse de hacer un par de gestos despectivos al caminar por la habitación de piedra, que son Cero, carentes de un número, fabricadas con el mismo yoma, destinadas a unirse para pelear. Las supervivientes a su generación. Que le deben el que se vayan a convertir en grandes soldaderas.

Los sirvientes a lados de la mujer se inclinaban y soportaban sus múltiples puntapiés. Kouya sintió desprecio, Yamato mantuvo la cabeza tan erguida como fue posible y sus manos no se despegaron en todo el encuentro. Las enviaron a practicar esgrima, les dieron armaduras y un cuarto de suelo seco, con una hoguera que ardía y candelabros dorados. Los días debajo del sol, con la espada en alto y el dolor disuelto, olvidado bajo una capa de sal. Las noches de polvo que se eleva sobre el camino y esas manos que nunca se separan. Yamato al fin cae al suelo, poseída por el llanto y confiesa.

Después de años. Que nunca dejó de sentir. Que las heridas de los Despiertos la llaman desde lo que en principio era una lejanía. Que cada vez están más cerca suyo. Que quiere ir hacia ellos. Que es una necesidad metida en su sangre débil, que hace avanzar su cuerpo a la perdición. Si Kouya no hace algo. Porque Yamato es el ancla de la energía de ambas. ¿Qué les sucedería si perdieran la cordura? Nagisa querrá un reemplazo. Ya las había escudriñado con desconfianza. Incidentes con revoltosas. No actuaban con la eficiencia prometida. Porque una de las dos no estaba completa e incluso la marca sobre su pecho estaba borrándose.

La lluvia cubría su rostro, se llevaba los restos de una batalla que ganaron sin grandes esfuerzos. Paraban para la ocasión de desenvainar las espadas, en el camino que ahora estaba sucio con cuerpos semihumanos. Yamato chilló de dolor y señaló el filo en las manos de Kouya. Arrodillada, se llevó los dedos delgados y elegantes de princesa caída en desgracia al cuello, que bien pudo poner celoso a un cisne, a pesar de la ligera aspereza que la vida nómade y guerrera había regalado a su piel. Rogaba una muerte sencilla. Kouya se la dio, pero antes, para su gran sorpresa (en parte de ambas, realmente. La menos demostrativa de las dos, la que a menudo generaba preguntas escalofriantes en la cabeza de la otra, la que insistía en que llegaran a los pueblos por caminos diferentes y que se hospedaran en posadas distintas) cortó en una sola pasada, los órganos vitales de su torso. Dos muertes silenciosas que se mezclaban bajo el agua y dos dueñas de corazones a punto de colapsar que juntan los labios, prometiéndose una eternidad tan sincera como es posible.


Título: Sine prole
Fandom: Loveless
Personajes/Pairing: Kouya x Yamato.
Rating: T.
Comunidad: 10.Bulimia. 30vicios.
Fragmento:Yamato nunca le dice nada cuando Kouya se dirige al baño tambaleándose después de ingerir algunos alimentos.

 
Sine prole

Yamato nunca le dice nada cuando Kouya se dirige al baño tambaleándose después de ingerir algunos alimentos. Sabe qué hace y sin embargo lo respeta lo suficiente como para no reirse, ni hacerle ningún comentario ácido. Tampoco es como si esa inclinación le costara su salud por entero. A penas un par de almuerzos y sus nervios se ven calmados después de hacerlo. Es el mejor sedante que ha encontrado a la fecha. Su única queja es que le gustaría estar adentro, con ella, para sujetarle los cabellos, por muy cortos que estén y acariciarle los hombros por encima de la camiseta.



Título: Sub secreto
Fandom: Loveless
Personajes/Pairing: Kouya x Yamato, menciones de Nagisa.
Rating: PG-13.
Comunidad: 01. Inicio. 30vicios.
Fragmento:Repitió los versos de Baudelaire que le gustaban a Yamato, por robar los libros de Nagisa en más de una ocasión.

 

Sub secreto

Yamato le ofreció uno de sus cigarrillos hechos en casa. Por primera vez no tuvo objeción. Lo compartieron en silencio. El cabello de Yamato le cubría el hombro. Parecían de doce años para los humanos normales pero no eran conscientes de la verdadera edad que tenían. Sus recuerdos retrocedían seis inviernos, los de Yamato, según le dijo, tres o cuatro. Y la Maestra Nagisa nunca respondió esas preguntas que no fueron formuladas acerca de los inicios, por miedo a las consecuencias (desaparecer, estar separadas, acabar en un tarro de comida para perros, trituradas junto a caballos de patas rotas). Repitió los versos de Baudelaire que le gustaban a Yamato, por robar los libros de Nagisa en más de una ocasión. No le agradaba leer, pero aceptaba gustosa de escuchar si Kouya estaba de humor para leer en voz alta. Se apoyaba sobre su falda y la miraba con los ojos llenos de estrellas. A menudo la distraía por eso. Cuando terminó, Yamato le dijo que entendía si ella quería vomitar después de esas pruebas asquerosas y la comida llena de proteínas y carente de sabores que les obligaban a engullir. Que estaba bien. Y tuvieron que volver, aunque las regañaran (Yamato se llevó la mayor parte de las recriminaciones, ya que dijo que fue ella la que secuestró a Kouya, poseída por el aburrimiento), al menos esa vez, en la que el pequeño gran castigo de la noche, sería dormir en distintas camas. Como si no les quedara la mañana para abrazarse harto. Entre otras cosas.



Título: Quamdiu vivas
Fandom: Loveless
Personajes/Pairing: Kouya x Yamato, menciones de Nagisa.
Rating: PG-13.
Comunidad: 13. Piel.30vicios.
Fragmento:Yamato no la escucha, solo hunde la nariz en la tela, aspira con fuerza y luego sigue el camino invisible pero obvio hacia la piel de Kouya, que le espera con ansia.

 

Quamdiu vivas

Están húmedas. Por todos lados. Y no es hora de pensar mal. Recuerden el sudor. Sus camisetas están empapadas en él. Kouya se sonroja cuando Yamato tira del lazo en su cuello y desabrocha los botones de su camisa blanca, revelando las pecas sobre su corazón. Hay manchas dentro de ella, tiñendo de gris sus costuras. Kouya le advierte del motivo, como si fuera necesario, después de que Nagisa las ha enviado a fortalecer sus músculos corriendo durante dos horas por la cancha de entrenamiento, demasiado separadas, mirándose a lo lejos. Sudando, los senos que golpeaban contra la tela, una y otra vez. Yamato no la escucha, solo hunde la nariz en la tela, aspira con fuerza y luego sigue el camino invisible pero obvio hacia la piel de Kouya, que le espera con ansia. Después de todo, valió la pena desvelarse hasta tarde para conseguir que las castigaran.

 

 


Título: Ibi libertas
Fandom: Loveless
Personajes/Pairing: Kouya x Yamato, menciones de Nagisa.
Rating: PG-13.
Comunidad: 15. Mensaje. 30vicios.
Fragmento: Las frutas del jardín están a rebalsar de los árboles, ha sido una primavera divina en ese aspecto y los múltiples colores que asoman a saludarle por la ventana no tienen nada que ver con el luto del que tendrá que informar a Yamato una vez que arribe al hogar.

 

Ibi libertas

Kouya recibe el e mail a las doce y cuarto del mediodía. Estaba bajando una película europea para que pudiera ver junto a Yamato al llegar la noche, mientras que intentaba calibrar finales posibles para los cuentos que quiere terminar de escribir esta misma semana. Su esposa (se refiere a ella con ese cariñoso término desde que llevan juntas casi diez años en enero próximo: el primer encuentro en la oficina de Nagisa) va a volver en el auto que alquilaron hacia las seis de la tarde. Kouya espera que sola, porque no tiene ganas de sociabilizar con sus compañeros de trabajo levantados con chistes machistas y acompañados con cajas de comida rápida que sientan realmente mal a su estómago, siempre delicado. En especial al recibir noticias fuertes. Ha cumplido veinticinco años el mes pasado. Yamato le lleva tan solo unas ocho semanas y han reservado boletos para la ópera dentro de cinco, a manera de festejo.

Kouya ha escrito numerosas historias sobre Yamato, poniéndole diversos nombres falsos, coloreando sus cabellos con más de un tinte, haciéndola gorda o incluso anoréxica, cuando no le ha agregado un pene para que su literatura no sea encasillada exclusivamente como lésbica. Pero nunca logra hablar en ellas del afecto que siente con la sinceridad suficiente, la que su amante de tanto tiempo merece. Lo que significa verla trabajar en el jardín con los guantes de cuero rosado, cantando algo de una idol de turno cuya figurilla libidinosa ha de colgarse en las paredes del cuarto que comparten en una pose totalmente reveladora y convencida de que no se iría de su lado ni aunque la retratada les tocara la puerta. Las frutas del jardín están a rebalsar de los árboles, ha sido una primavera divina en ese aspecto y los múltiples colores que asoman a saludarle por la ventana no tienen nada que ver con el luto del que tendrá que informar a Yamato una vez que arribe al hogar. Visualiza su rostro que ya no parece tan joven, porque tiene arrugas alrededor de la boca y los ojos, por culpa de sus efusivas sonrisas. Aún le late el corazón muy fuerte, como la primera vez en que se tocaron, aunque no pudieran experimentar el dolor de la separación, que no fuera en sentimentalismos que la señora Nagisa no comprendía. Kouya suspira y se deja caer sobre uno de los sillones de tapizado remodelado que Yamato compró en oferta (adicta como es a esa clase de cosas que le parecen tan frívolas), quitándose los lentes, poniéndolos con las patillas agarrándole el cuello del suéter azul marino.

Los tres gatos que han adoptado a lo largo de los años maúllan por estar cercana la hora en la que usualmente reciben la lata de alimento. Lucy, negra como la noche y de raza medio pura, comprada por internet a cuenta de la primera tarjeta de crédito que Kouya obtuvo tras firmar con una editorial y vender su primer compilado de historias. Porque Yamato decía que los gatos con la sangre limpia le recordaban a los Malfoy y le daba miedo que se comportaran antipáticamente, o que a la manera de los nobles europeos, fuesen algo lentos. Otro cuyo nombre no recuerda y era algo como “hoja dorada” en alemán o “mantequilla suave” según el humor de Yamato (que juraba haber leído algo sobre un octavo de ascendencia judía en el árbol genético trazado en su expediente por la mano de Nagisa, una vez en la que osó irrumpir sin permiso en la oficina de la misma) o el pelaje castaño que era claro u obscuro dependiendo de las andanzas del felino aquel día. Y Monet, una gata blanca que Yamato encontró en un cabaret donde solía cortejar a una muchacha perdida de gustos sexuales cuestionables cuando Kouya no estaba de humor para soportar su excesiva sensualidad. Ninguno de ellos es “Pimienta”, también llamado “Kouya Junior”, el que fuera abandonado en un pueblo del medio de la nada a donde fueron a parar en uno de los muchos puntos de la huída que solo pudieron concretar en una metrópoli.

En la repisa sobre la chimenea en la que ardieron montones de fuegos frente a los que hicieron el amor, están los gatitos: de porcelana, de terciopelo, tallados en madera o piedras preciosas, modelados con vidrio, dibujados en papel. Son diez: uno por cada año que han sobrevivido sin la imperiosa necesidad del suicidio asechándolas particularmente. Y ahora a sopesar las repercusiones tanto morales como prácticas de asistir al velatorio de su Maestra Nagisa, del que ha venido a enterarse justamente por uno de los dirigentes de la escuela Siete Lunas.